lunes, 28 de mayo de 2007

Niño


Fotografía: Web

Romance de la Luna Luna


La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.


Federico García Lorca



martes, 22 de mayo de 2007

Ensueño.




Del jardín recién regado, entraría por la ventana abierta una brisa fragante y fresca de junquillos blancos y jeránios rosas con agua, y en el último sol de las acacias, sollozaría el último pajarillo.


Habría en el comedor que da al jardín un ruido de platos, y de platas y de agua, y ella vendría a mi estancia y mi corazón la recibiría sonriendo.


Por la galería del otro lado, el poniente sería aún cálido y dorado. Y ella estaría junto a mí y yo la acariciaría toda deliciosamente, como en un éxtasis indecible de ternura y ensimismamiento.


Los libros amarillos, la lectura interrumpida, el ruido del agua sobre las flores en el jardín y la brisa de la tarde de estío me volverían de este bello ensueño imaginado e imposible.


Juan Ramóm Jiménez


Fotografía de Galatea: Atardecer en la Cambra

El Camino del Tao (Fragmento)


Antiguamente, los hombres verdaderos nada sabían acerca del amor a la vida ni del odio a la muerte.

La entrada en la vida no les producía alegría; al dejarla, no oponían resistencia. Iban y venían tranquilamente.

No olvidaban cuál había sido su comienzo y no averiguaban cuál sería su fin.

Aceptaban su vida y gozaban de ella, olvidaban todo temor a la muerte y retornaban a su estado anterior a la vida.

Así pues, no existía en ellos la necesidad de que la mente se opusiera al Tao y de que lo humano resistiera a lo Celestial.



El camino del Tao
Alan Watts
Fotografía: Olivier Follmi

lunes, 7 de mayo de 2007

El Delirio de Millares


... los que por propósitos desesperados
Habían extirpado la piedad de cuajo, se alegraron
De este nuevo adversario. Los tiranos, fuertes antes
En pérfidas proclamas, eran fuertes cual diablos ahora;
Y así, con enemigos acosándolo por todos lados,
El país enloqueció; los crímenes de unos pocos
Se volvieron el delirio de millares; torbellinos del infierno
Llegaban santificados como aire de los Cielos.

William Wordsword
El preludio, 1805