martes, 22 de mayo de 2007

Ensueño.




Del jardín recién regado, entraría por la ventana abierta una brisa fragante y fresca de junquillos blancos y jeránios rosas con agua, y en el último sol de las acacias, sollozaría el último pajarillo.


Habría en el comedor que da al jardín un ruido de platos, y de platas y de agua, y ella vendría a mi estancia y mi corazón la recibiría sonriendo.


Por la galería del otro lado, el poniente sería aún cálido y dorado. Y ella estaría junto a mí y yo la acariciaría toda deliciosamente, como en un éxtasis indecible de ternura y ensimismamiento.


Los libros amarillos, la lectura interrumpida, el ruido del agua sobre las flores en el jardín y la brisa de la tarde de estío me volverían de este bello ensueño imaginado e imposible.


Juan Ramóm Jiménez


Fotografía de Galatea: Atardecer en la Cambra

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